Un equipo se sienta en círculo. Al principio reina la incomodidad: alguien suelta una risa fingida, otros apenas sonríen. Pero en pocos minutos, las carcajadas se contagian, los hombros se relajan y las miradas cambian. Cuando termina la sesión, lo que sorprende no es que todos se lo hayan pasado bien, sino que las conversaciones fluyen con más confianza que nunca.
Esto es lo que consigue la risoterapia aplicada al trabajo: romper barreras, liberar tensiones y crear una complicidad que luego se traslada al día a día laboral.
Por qué la risa funciona con equipos
La risa es un lenguaje universal. No necesita traducción y atraviesa jerarquías. Cuando un grupo ríe junto, se genera un terreno común donde es más fácil escuchar, proponer y aceptar las ideas de otros. Por eso, un taller de risoterapia no es entretenimiento superficial: es un entrenamiento emocional que ayuda a los equipos a trabajar con más confianza y menos defensas.
Cómo organizar una sesión de risoterapia en la empresa
Un taller de risoterapia no se improvisa del todo; necesita una secuencia mínima que marque el ritmo. La sesión suele durar entre 60 y 90 minutos y se estructura en tres etapas clave.
Calentar
El objetivo es quitar la rigidez inicial. Aquí se proponen ejercicios sencillos, sin exposición individual. Un ejemplo eficaz es la risa escalada: diez segundos de risa suave, diez de risa media, diez de risa intensa. Otra opción es jugar con la respiración con sonrisa, inhalando profundamente y exhalando con una sonrisa amplia. En ambos casos, la idea es aflojar el cuerpo y dar permiso para soltarse.
Activar
Una vez más relajados, se pasa a dinámicas que generan risa compartida. Funciona bien la risa en cadena, donde cada persona imita y amplifica la risa de la anterior, o el juego de emociones contagiosas, en el que un participante transmite una emoción exagerada que los demás replican. Lo importante aquí es que la risa se vuelva colectiva, no individual.
Conectar con el trabajo
El valor real aparece cuando la risa se usa como recurso para hablar de cómo se comunica el equipo. Aquí se introducen micro-retos relacionados con su día a día. Un ejemplo: en grupos pequeños, simular una reunión prohibiendo palabras habituales como “urgente” o “pero”. Entre risas, descubren nuevas formas de expresarse y negocian alternativas que luego pueden aplicar en situaciones reales.

Ejemplos prácticos para aplicar directamente
Algunas dinámicas se pueden incorporar fácilmente incluso sin un facilitador profesional.
- El espejo con giro
En parejas, una persona lidera movimientos lentos y la otra imita. Al cabo de treinta segundos, cambian de rol sin avisar. Provoca risas naturales y enseña que liderar y seguir son papeles intercambiables, algo que en el trabajo se olvida con frecuencia. - Risa escalada 10–10–10
En círculo, todos ríen primero a un nivel bajo (solo sonrisa amplia y sonido leve), luego a un nivel medio (más movimiento corporal) y terminan en un nivel alto (risa libre y contagiosa). Sirve para mostrar que la energía no es fija: se puede graduar y contagiar según lo necesite el grupo. - La palabra prohibida
En pequeños grupos, se elige una palabra que el equipo usa demasiado (“pero”, “imposible”, “deadline”). Durante dos minutos de conversación, esa palabra no puede aparecer. Quien la diga debe reformular su frase. Es divertido y además abre un debate muy útil: cómo el lenguaje condiciona el clima de trabajo.
Qué hacer después para que no se quede en anécdota
Una sesión que termina en risas y ya, se olvida rápido. Para que deje huella, hay que cerrar con intención. Basta con reunir al grupo y lanzar una pregunta sencilla: “¿Qué gesto o idea te llevas para tu próxima reunión?”. Si cada persona lo comparte en voz alta o lo anota en una nota adhesiva, el aprendizaje se fija mejor.
Algunas empresas incluso convierten esas notas en un mural temporal en la oficina, para recordarlo durante unos días. Otras integran un pequeño gesto simbólico en sus reuniones —como un minuto inicial de “reset” con una sonrisa o una risa breve—. El detalle no importa tanto como el recordatorio: la risa puede ser un recurso práctico y disponible para todos.
Cierre: el valor de una risa compartida
El impacto más evidente es inmediato: rostros más relajados, energía renovada y conversaciones que fluyen con menos fricción. Pero lo más valioso ocurre después, cuando el recuerdo de haber reído juntos se convierte en una referencia compartida. Esa broma interna o esa mirada cómplice sirven como ancla emocional en momentos de tensión.
La risoterapia, bien guiada, no es ocio disfrazado. Es un recordatorio de que la confianza y la cooperación también se construyen desde el humor. A veces, lo que un equipo necesita no es otra reunión, sino un rato para reírse de verdad.
